jueves, 21 de febrero de 2008

San Gresangran.

Sangre.
Ya no sé si es tuya o mía o de él o de ellos.
Pero ellos son tan chiquitos.
Ellos no, no tendrían que sangrar.
Ni ver sangrar.
No quiero que crezcan (y menos así).
No quiero que sangren.
Olor a sangre.
Mucha.
Por toda la casa: gotas y charcos.
No alcanza con limpiar, el olor queda flotando en el aire.
Queda en mi pie, en ese lavarropas que ya no anda, en el vidrio roto con un cuchillo.
Queda en la cara de mi mamá, en la de mis hermanos.
Todo huele a sangre.
Y ese olor dá nauseas, como cuando tu cuerpo no quiere que tomes más y el pasavaso te pasa cerca de tu nariz (o lejos) y te revuelve todo (el lavarropas lo tenés adentro. girando).
Sangre.
Sangra la nariz (¿TAN MALO SOY?).
Y ahora bancatela.
Pero no llores, por favor.. que no quiero llorar.

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