lunes, 16 de agosto de 2010

Pánico.

En la oscuridad tantas sombras al acecho...
Las siento moverse sigilosamente y enseguida están alrededor mío.
Los oídos alertas al mínimo sonido, pero el silencio me invade y recorre todo mi cuerpo. Y, ahora, cada poro queda alerta, a la espera del sonido que calle el silencio. Pero con miedo, miedo a este silencio tenso, miedo a que deje de existir el silencio.
Mientras las sombras me olfatean, se relamen con mi miedo, lo disfrutan.
Sigilosas serpientes que se enredan en mi cuerpo, me oprimen y me paralizan, quedo sin control sobre mi cuerpo.
El silencio me estrangula, casi no puedo respirar, el corazón taladrándome el pecho y un calor intenso me empieza a quemar. La cabeza me hierve, revienta.

Y, así, una vez más, morir.

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