miércoles, 4 de abril de 2007

Una pincita.

Una especie de sexto sentido que es, casi siempre, agua en la electricidad, en el aceite caliente.
Sentís que te ocultan cosas y, entonces, la nueva religión que profesa el pequeño árbol.. desconfías, te volvés inseguro (pero no dentro de lo seguro), te cerras.
Lo que no es transparente es oscuro, opaco.
El miedo se infunda cual funda en la almohada.. las alas de las hadas mojadas.
Una cruel cadena.
Pero sin saber ni cómo, ni por quién, ni por qué empezó.
Tan absurdo como cualquier cosa que se pueda llegar a decir después de esos besos que te hacen volar.
Esas astillas chiquitas que se te clavan y con la mano no podés sacar.
O los últimos besos que te provocan ampollas. No podés ir de la mano sin que tus dedos perciban un ardor.

Telas que se rompen si te colgás.
Brazos que no quieren colgarse, sólo abrazar.
Pero caminAR DORmido sobre brasas.

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