miércoles, 7 de mayo de 2008

Sonrisa de luna finita.

Cuenta que cuenta la historia (que acaba de inventar) que el origen de las sonrisas se dió cuando un colgado miró al cielo y vió a la luna recién naciendo. Bien finita: como una pincelada (de pincel finito, claro).
El colgado con sus labios quiso imitar esa forma.
Mientras empezaba a fortalecer sus cachetes (cosa por la que después su abuela agradecería) se dió cuenta que sonreir lo hacía sentir mejor.
Cuentan que desde ese entonces repetía esa expresión en su cara cuando veía, escuchaba, sentía y/o etc. algo que le gustaba o lo hacía pleno.
La primera en copiar el gesto fue la-pareja-del-colgado, casi por reflejo, al verle estrellitas brillantes en los ojos cuando la miraba (mientras hacía ese nuevo gesto)
(Cuándo y cómo dejaron de sonreírse no me contaron).
Desde ese momento fueron expandiéndose las sonrisas y sobreviviendo a lo largo del tiempo hasta llegar al día de hoy.
Pero con el paso de los años las sonrisas fueron utilizadas también cuando se cruzaban pensamientos maliciosos por las cabezas de las personas, por la sola picardía de pensar cosas que no iban a decir, porque no se pueden (porque nadie tiene los huevos para decir. Como insultos hacia los jefes o cualquier otro tipo de autoridad). También cuando le hacían algún gol al clásico rival (o a cualquier equipo que no cayera simpático), cuando alguien se tropezaba (cuando se caían no, eso ya era merecedor de una estruendosa risa) y etc, etc, etc, etc, etc, etcétera, etc. etece, etecesigueconcasinfinidad, y etcéteras etcétera.
Este tipo de sonrisas que predominan en los labios generalmente vienen acompañadas por un leve arqueo de alguna de las cejas.
Se cuenta que hoy en día (hoy en noche) nadie sonríe al ver a la luna sonreir, que ya nadie sonríe (sin un poco de maldad), se cuenta también que ya no hay colgados mirando la luna.